martes, 18 de enero de 2011

No lo es

En uno de esos momentos de cansancio, uno de esos meses en los que dormir más de cinco horas parece un milagro, en uno de esos días en los que te preguntas de verdad qué es lo que estás haciendo con tu vida, después de 7 años en la universidad entre la carrera, master y lo que llevas de doctorado, después de una de esas tantas becas denegadas, alguién me mandó esto porque le recordó a mi. Y me emocionó, porque es cierto, no es fácil. Pero estoy segura de que merecerá la pena:


Nadie dijo que fuera fácil, Arturo Pérez Reverte, Patente de Corso, 21/1/2007

"Todo el mérito es tuyo; tienes mi palabra de honor. Quizá el botín de tan larga campaña -y lo que te queda todavía- no sea lo dorado y brillante que uno espera cuando la inicia, a los doce o trece años, con los ojos fascinados de quien se dispone a la aventura. Pero es un botín, es tuyo, es lo que hay, y es, te lo aseguro, mucho más de lo que la mayor parte de quienes te rodean obtendrán en su miserable y satisfecha vida. Tú has abordado naves más allá de Orión, recuerda. Tienes la mirada de los cien metros, esa que siempre te hará diferente hasta el final. Fuiste, vas, irás, esos cien metros más lejos que los otros; y durante la carrera, hasta que suene el disparo que le ponga fin, habrás sido tú y habrás sido libre, en vez de quedarte de rodillas, cómoda y estúpida, aguardando.

Ahora sabes que todo merece la pena. La larga travesía por ese mundo de méritos numéricos y ausencia de reconocimiento, donde te viste obligada a arrastrar contigo al niño de papá, al tonto del haba, al inútil carne de matadero, con tal de llevar a buen término el trabajo para el que te bastabas en solitario. Has crecido y sabes que las oportunidades no estaban en los otros, sino en ti. Que no había nada malo en aquella chica tímida que se llevaba libros a las horas libres de tutoría; que buscaba la mirada de los profesores inteligentes, no para hacerles la pelota, sino por sentirse cómplice y no estar sola. La jovencita que sobrecargaba la mochila con El guardián entre el centeno o El señor de los anillos, que en la excursión del cole a Madrid prefería ver el Planetario, el Prado o el Reina Sofía a dejarse la garganta en el parque de atracciones. Que se enfrentaba a la hostilidad de compañeros cretinos porque era la única que había leído las Sonatas de Valle-Inclán o sabía quién era Wilkie Collins. Ahora que miras hacia atrás con madurez, comprendes que cada vez que alguien ninguneó tu forma de ser, te insultó, te miró por encima del hombro, no hizo sino precipitar tu aprendizaje y tu lucidez. Tu certeza de ser mejor, más despierta y diferente.

Mírate ahora. Qué lejos estás de tanto borrego y tanto buey. Entras en la edad adulta sin que nadie pueda imponerte una sonrisa falsa cuando el mundo y su estupidez, su envidia, su mezquindad, te hagan fruncir el ceño. Ahora tienes la certeza de que no te equivocaste, y de que la niña callada en el banco del fondo puede ser vengada por la mujer que hoy la recuerda. Sabes ya que puedes ser feliz a tu manera y no a la de otros, con tus libros, con tus películas, con tu familia, con esos amigos que no sabes cuánto tiempo van a durar y por eso aprecias tanto, con la mirada serena que ahora posas a tu alrededor, en la calle, en el trabajo, en la vida. En la muerte. Ahora sabes que la virtud, en el más hondo sentido de la palabra, está en ese aguante de tantos años, cuando cerca estuvieron de convertirte en otra. Comprendes al fin que los malos profesores son un accidente sin demasiada importancia, pues eres tú quien aprende; y la vida, incluso con sus insultos, con sus malvados, con sus tragedias, con sus reglas implacables, la que te enseña. Nadie dijo que fuera fácil.

El otro día fuiste a ver Salvador y saliste del cine asombrada, llorando. No por la película, ni por la suerte del protagonista, sino por la certeza de que los ideales de aquel muchacho ya no tienen sentido, porque ninguno los sustituye ahora, porque la gente de tu edad se divide en dos grandes grupos: una minoría de analfabetos desorientados, pasto de demagogia barata en manos de políticos sin escrúpulos, y una masa inerte cuya única aspiración es salir en Gran Hermano o ponerse hasta arriba el sábado por la noche; jóvenes con garganta y sin nada que gritar, que se irían por la pata abajo puestos en la piel de Salvador Puig Antich, o a los que, viendo El crimen de Cuenca, la sola visión del garrote vil haría cerrar los ojos con escalofríos en la nuca. Pero tus lágrimas, amiga, demuestran que tienes razón. Que no te equivocaste al amar al conde de Montecristo y al Gabriel Araceli de Galdós, al buscar el secreto genial de un soneto de Borges o Quevedo, al transitar, jugándotela, por los senderos sin carteles luminosos en los pasillos oscuros de la Historia. Al hacer de cada esfuerzo, de cada miedo, de cada desengaño, de cada ilusión y de cada libro, un martillo con el que picar los muros espesos que te rodean.

Y si algún día tienes hijos, intenta que sean como tú. Como esos tipos flacos de los que hablaba Julio César, a la manera de Casio: gente de dormir inquieto, peligrosa y viva. La que quita el sueño a los apoltronados y a los imbéciles."

lunes, 17 de enero de 2011

La orquesta

Hoy el piano está estropeado,
las teclas se quedan travadas,
no suenan los sostenidos,
conjunción de melodía inacabada.

Ya no sonarán los acordes
de aquella vieja guitarra
arpegio desesperado de noches
en las que las cuerdas se desgarran.

Flauta de tono grave que ya no canta,
ruiseñor de sinfonías equivocadas.
Ruido atronante,
tambores que semejan a nuestros corazones
cuando de amor se quejan.

Concierto desafinado,
batuta escondida,
violines amantes,
violas suplicantes,
sonido penetrante,
pulso acelerado,
luces brillantes,
ojos anhelantes,
truenos que retumban,
rayos que se cruzan,
aplauso inevitable
y al final
silencio, silencio, silencio.

martes, 4 de enero de 2011

De vuelta a la vida

al trabajo y a las preocupaciones. Lo del trabajo me importa poco o nada, aunque se estaba bien sin hacer nada. Lo que me molesta, de verdad, es que todas esas preocupaciones, agobios, miedos e inseguridades han vuelto, de golpe. Con lo feliz que estaba yo, con lo feliz que era yo. Y es que ya no me acordaba.

No ha costado nada más que un billete de autobús, y la realidad me ha golpeado con fuerza. Laboratorio, experimentos, artículos que escribir y presentaciones que preparar. Soy yo la que se había ido, todo se quedó aquí, esperándome.

Y no sÓlo eso (soy una rebelde, ya lo sÉ), facturas y más facturas, seguros, médicos, pruebas y reuniones. Que bueno fue mientras duró.

Hoy me quejo, porque puedo, y porque, después de unas vacaciones de la vida, en las que la vivía más que en el día a día, la vuelta la realidad duele.

domingo, 2 de enero de 2011

¡¡¡Feliz año 2011!!!




Acabó el 2010, un gran año. Un año completito. Me han pasado muchas cosas, algunas muy buenas y algunas bastante malas. Por eso digo que ha sido un gran año, un año de equilibrios y un año de enseñanzas. Que se puede resumir de la siguiente manera:

1. Enero: ¡Me casé!

2. Febrero: Empieza la vida en pareja, el matrimonio y el compromiso.

3. Marzo: Nieve, nieve, nieve. Y es que, aunque parezca mentira, nunca había estado en la nieve antes.

4. Abril: Conciertazo de Muse, festival al aire libre con buenos amigos y buenos grupos.

5. Mayo: Final del semestre. Operan a mi madre y mi padre consigue por fin trabajo, pero lejos de casa. Un mes de gran nostalgia y ganas de volver a mi tierra y poder ayudar más

6. Junio: El mes en que me compré mi primer coche.

7. Julio: Veranito y calor asfixiante, con barbacoas y piscinadas varias. Preparándonos para el cambio de casa.

8. Agosto: Nueva casa. Nuevo hogar.

9. Septiembre: Mes horrible. Gran susto, accidente de coche, deudas, miedos e inseguridad.

10. Octubre: Mi primer articulo escrito. Reconocimentos en mi trabajo. Recuperación.

11. Noviembre: Cumpleaños varios y celebraciones. Me suben el sueldo. Un pequeño viaje con una gran amiga.

12. Diciembre: Mes agridulce. Primeras Navidades juntos y las primeras lejos de mi casa. Expectación y un poco de miedo. 

¿Qué nos deparará el 2011? Lo que sea lo viviremos juntos.

¡Feliz Año!